Un espacio tan grande como para hablar de todos ustedes, lo que no los hace importante.

lunes, 24 de febrero de 2014

Monologo


Sin preguntar, entró. Habló una hora y algo más.

A la media hora temí, sí, a veces le temo, aun.
Temí haber pasado media hora callado y que pensara que no me interesaba lo que hablaba, sí, temo que se note lo que pienso.
Así que remojé mis labios como inspirándome a hablar y en una pausa de sus compulsivos relatos, comencé a hablar yo, antes de la tercera palabra comenzó a hablar por sobre mi voz, alzó un poquito su volumen y bastó para que me callara.

Siguió otro tiempo más sin parar.
Cuando su monologo parecía ir terminando, volví a hilar aquel comentario que había quedado a medio iniciar.

Llegué a emitir solo una palabra más y volvió a hacer lo mismo.
Pero esta vez fue para dar término a la “conversación”.
Vi su chaqueta mecerse rápido al levantarse.
Y al minuto siguiente volví a estar solo en el cuarto.
Miré la hora.

Ni estando solo me paso tanto tiempo en silencio, pensé.