...Mamá cuando grande quiero ser bar-man... De seguro deseó haber escuchado Batman, pero no mamá no soy Bruno Díaz.

Mis sueños de infancia nunca fueron ligados a un futuro glamuroso, a diferencia de los demás y de los sueños que la gente tenía para mí…
Cuando era un infante y en las juntas familiares cuando los adultos se reunían en circulo y hablan de ti, escuchaba que constantemente opinaban sobre mí, respecto al potencial oculto que tenía o sobre lo bueno que me iría en el futuro, que mi forma de hablar era ideal para liderar o que mi infantil madurez sobrepasaba a muchos y que mis decisiones eran acertadas. Realmente nunca sentí que esas cosas tan positivas fueran mías, y hasta hoy insisto en no tenerlas en absoluto. No quise decepcionar a aquellos adultos habladores así que solo me limite a oír y no debatirles nada. Nada al principio, porque yo quería ser Barman.
Una simple palabra compuesta “bar-man” ellos la escucharon como “decepción”. Y por obra de magia todas esas cosas buenas pasaron de “potencial oculto” a “ineficiente”, de “buen futuro” a “suertudo”, de “líder” a “esclavo”, de “madurez” a “inmaduro”, de “seguro” a “inseguro”, de lo mejor a lo peor, y de una dulce sonrisa a un suspiro de decepción.
Hoy después de mucho tiempo nadie sabe lo que realmente hago o planeo hacer, nadie confía en mi futuro.
Y ya no hablan maravillas de mí, y ahora cuando se reúnen en círculo me piden que les llene una copa.